13 de agosto de 2023. Hoy es día de descanso y el lugar elegido para ello es Discovery Cove donde cumpliremos otro sueño, nadar con delfines. Como el resort cierra pronto iremos a Disney Springs para recoger nuestra gift card y emprender la misión de probar las codiciadas y famosas galletas de Gideon’s Bakehouse, ¿lo conseguiremos? Como broche final, tenemos reserva en el restaurante T-REX aprovechando las ventajas de la tarjeta Landry.

Hoy nos levantamos ya en el hotel All Star Music, es una corta estancia ya que llegamos anoche bien tardecito (para no perder la costumbre) y hoy pasaremos el día en Discovery Cove. Mañana volvemos a cambiar de hotel, veremos si podemos aprovecharlo un poquito.

Antes que nada os cuento un poco sobre este hotel. Este hotel forma parte de los All Star por lo que alojarnos en cualquiera de sus tres hoteles (Music, Movies o Sports) nos da acceso a disfrutar de las piscinas de todos ellos. La idea en mi planificación a 7.000 km de distancia (habíais olvidado esta frase, ¿verdad?) era aprovechar las piscinas de estos hoteles ayer… porque nos iba a dar tiempo de volver a mediodía para descansar, ya sabéis cómo evolucionó el día con tanto hopper (y si no, podéis leerlo aquí), de modo que lo último que pudimos hacer fue volver al hotel. Todavía tendremos otra oportunidad ya que tenemos reservado el hotel All Star Movies para dos noches hacia el final del viaje.

El hotel, como su nombre bien indica, representa la temática musical y cada zona corresponde a un estilo de música. A nosotros nos asignaron la habitación en la zona Rock (mi request fue para la zona de Broadway pero como ya sabéis si habéis leído el día anterior, hicieron caso omiso y no fui a recepción para proponer un cambio).

La habitación es prácticamente idéntica a la que ya conocemos del hotel Pop Century, cuenta con el mismo armario reconvertido en taquilla. No sé si llegaré a comprender cómo y con qué finalidad llegaron a este diseño. Aquí no me fastidia tanto porque con la estancia tan corta que vamos a hacer prácticamente no deshacemos la maleta pero de verdad que es algo para reflexionar. Este armario no cuenta con baldas debajo del perchero como el del Pop Century (donde encontramos tal cantidad de mugre). Tenemos la misma nevera y la misma cafetera. Los enchufes son los mismos, dos USB y dos enchufes americanos al lado de la cama y encima del mueble principal a los lados del televisor. La misma mesa convertible en cama con dos sillas que, para nosotros, vuelven a ser galán de noche. El baño también es exactamente igual excepto en la ducha, ésta se encuentra fijada a la pared. Es cuestión de gustos pero yo prefiero que sea extensible. Realmente la diferencia más significativa respecto al Pop Century es la decoración exterior, las piscinas y el transporte con skyliner.

Hecho este inciso para comentaros mis primeras impresiones del hotel, volvemos al día de hoy. Discovery Cove abre a las 09:00, sin embargo se recomienda llegar entre las 07:00 y las 08:00 para realizar el checkin (comienza a las 07:15). Soy consciente de que esto es importante ya que el encuentro con los delfines se asigna por orden de llegada y es una forma de asegurar la actividad si tuvieran que cancelarla por causas meteorológicas, como las temidas lluvias tropicales a partir de las 14:00. Nosotros, en nuestra línea, salimos de la habitación del hotel a las 07:45 ¡Qué os tengo que decir que no sepáis ya!

Nos dirigimos al patio de comidas de este hotel, es muy similar al que ya hemos visitado en el hotel Pop Century aunque me parece que hay más productos de cortesía, de los de sírvase usted mismo. De hecho, encontramos manzanilla, me sorprende mucho porque había leído en diversas ocasiones que justo esta infusión no se podía encontrar en Walt Disney World. También hay una zona donde puedes coger servilletas, cubiertos y platos tú mismo. Se encuentra en la zona de recogida de pizzas.

Discovery Cove es un resort todo incluido, lo que implica que tenemos un desayuno bufet esperándonos, sin embargo, nosotros nos tomamos un tentempié en el patio de comidas y después ya volveremos a desayunar en Discovery Cove, al ritmo que vamos habitualmente, entre llegar, hacer el checkin y demás será como un almuerzo.

Os lo he contado en el post sobre cómo organicé el viaje y en el post del presupuesto pero os lo recuerdo, la entrada a este parque nos ha costado 444€ para los tres incluyendo la opción de nado con delfines, os aseguro que es un buen precio para lo que fui observando. Otra cosa que observé y aquí viene un tip es que hacen muy buenas ofertas para este parque durante Black Friday, tanto en la propia web del complejo como en attractiontickets (revisad la versión inglesa además de la irlandesa ya que suelen tener mayor porcentaje de descuento aunque conlleve cambio de divisa) o undercovertourist.

Una vez aposentados en el patio de comidas pido un Lyft a través de la aplicación para que llegue en un cuarto de hora, así tenemos tiempo de tomar un tentempié y, además por no pedirlo para su llegada inmediata, es más barato. Esta es la primera vez que pedimos un coche de esta forma, ha sido realmente fácil, ya me había registrado y vinculado la tarjeta Revolut previamente, ha sido rápido. En menos de 5 minutos me llega una notificación de Lyft avisándome que el coche solicitado llegará en 4 minutos. ¿Perdona? Lo he pedido para dentro de 15 minutos para poder desayunar aunque sea rápidamente. ¿Habrá un día que no empecemos corriendo? Terminamos como buenamente podemos, ¡qué angustia, por favor! Menos mal que el coche llega frente al Lobby y el patio de comidas está justo al lado.

Frente a la entrada principal nos está esperando nuestra conductora, salimos a las 08:06 y llegamos al complejo Discovery Cove a las 08:22. Este trayecto nos cuesta 15,99$ propina incluida. Sólo llegar vemos una larga fila para hacer el checkin y no me extraña, llegamos una hora después de que comenzara la posibilidad de hacerlo aunque la conductora del Lyft nos dice que es lo habitual.

Pese a la aparente kilométrica cola en 10 minutos ya están todos los trámites hechos. Nos han pedido las entradas y el documento de identidad. Sacamos nuestra mejor sonrisa porque ahí mismo nos hacen una fotografía para identificarnos. Nos dan un landyard de Discovery Cove, un mapa y la tarjeta con los datos necesarios donde aparece la zona y horario del encuentro con delfines (Sand Dollar, Seahorse o Starfish). En nuestra tarjeta indica Starfish SF 1:15 PM Pod 7B. Bueno, dentro de todo lo que cabe tenemos el grupo antes de las 14:00 y no parece que vaya a llover. Seguimos con ola de calor para lo bueno y para lo malo.

Atravesamos la recepción y nos encontramos ya en un pequeño paraíso.

Tenemos que llegar al restaurante Laguna Grill, lugar donde se sirve el desayuno bufet. El horario para el desayuno es de 07:30 a 10:30 horas, así que como pasa un poco de las 08:30 vamos bien, podemos desayunar tranquilamente ¿o no?

Desayuno bufet en el restaurante Laguna Grill

Quizá os parezca un bufet con bastante surtido, quizás no. Yo esperaba más, bastante más en variedad y en calidad, había leído bastante sobre este resort y coincidían en que se come mucho y bien. Mucho no lo dudo porque estamos ante un todo incluido, ya sabemos lo que eso significa, si quieres puedes pasar el día entero comiendo y salir rodando, siempre hay algún restaurante o bar abierto pero no me ha parecido que la calidad de los productos lo merezca. Además, tenemos invitados para desayunar, con lo poco que a mí me gusta este tipo de compañía…

RESTAURANTES:

Nuestras simpáticas acompañantes se dedican a terminar los restos que dejan las personas que no han recogido su bandeja así que forman bastante revuelo justo a mi lado. Nos cambiamos de mesa, van a terminar por hacer que me siente mal este desayuno. No dejan de darnos sustos porque planean tan cerca que pienso van a terminar chocando conmigo. Pequeviajera no puede soportar más esta tensión y se aleja sin terminar del todo el desayuno. Me quedo sola con estas aves, no tardo ni dos minutos en engullir lo que me queda y salir de allí corriendo.

El desayuno no ha estado mal del todo aunque tenía las expectativas mucho más elevadas y la calidad de los alimentos no me ha entusiasmado especialmente. He tomado zumo de naranja, revuelto con pimiento, un par de french toast que sí están ricas. El muffin no me ha gustado, me ha parecido demasiado industrial. La fruta sí, es siempre opción ganadora y el yogur con muesli y arándanos aprueba justito. El café, no, éste no me ha gustado ni para ser USA. Además, esto de tener la compañía que más detesto para comer al aire libre no ayuda. Sí, sé dónde estoy pero no hace falta que se suban en mi mesa y planeen sin control. Aún así, el precio que hemos pagado por persona (148 €) para desayunar, comer, merendar y picar a diestro y siniestro en este pequeño paraíso, nadar con delfines y el equipamiento que nos proporcionan, realmente está muy bien, no me voy a quejar.

A todo esto, os estoy contando el desayuno y mi atascado encuentro con estas aves tan revoltosas sin daros a conocer lo más importante. ¿Qué está incluido exactamente con la entrada a Discovery Cove? Como os he dicho la comida y bebida, con alcohol únicamente cerveza y vino, para mayores de 21 años (hay packs de bebida premium que incluyen otro tipo de bebidas alcohólicas pero no está incluido con la entrada general, es un extra de pago). El uso de los vestuarios, de las duchas (tanto privadas en el vestuario como las duchas exteriores), de las taquillas, del chaleco o traje de baño de neopreno, del equipo de snorkel, de los flotadores (o chalecos) y de las toallas. También hay protector solar a disposición y éste es necesario porque es un protector especial para no dañar a los animales. El parking también está incluido con la entrada y la tarjeta personalizada e impermeable de la que os he hablado un poco antes.

Tras el desayuno con unos cuantos sustos gracias a estas famélicas aves, tenemos que ir a por nuestro traje de neopreno. Para llegar a los vestuarios (y al resto del complejo) desde el restaurante tenemos que atravesar una zona con arena, odiamos tener arena en los zapatos así que hacemos el cambio ya mismo por los escarpines que hemos traído de casa. No nos movemos un metro sin antes cumplir con las normas de tráfico y ceder el paso a los flamencos.

Otra cuestión importante, escarpines ¿sí o no? Con sangre gallega por mis venas os responderé que depende. Depende de cada uno, por supuesto. Sin embargo, nosotros nos duchamos en todos los hoteles, sin excepción, con chanclas (un pequeño TOC). Intuiréis que aquí nos resultan imprescindibles y no sólo por esta cuestión maniática sino porque el lugar está lleno de montículos y zonas donde sé que no me va a gustar lo más mínimo poner un pie descalzo, además de que resbalan. Entre ellas, la «especie de roca» que hay al fondo de The Grand Reef. Para el nado con delfines me parece importante llevar este tipo de calzado. Aún así, allí hay personas con escarpines, con chanclas, con calcetines de agua y descalzos. Personalmente voy muy cómoda con los escarpines de no ser por la arenilla que se me cuela y me está fastidiando un poquito, tenedlo en cuenta. Como no suelo usarlos, los escarpines que he traído son heredados y, a priori, no parecía que pudiera entrar la arena. Los escarpines de Pequeviajera sí son perfectos para esto porque no se cuela nada de arena, son ligeros y realmente cómodos.

Hecho este inciso sobre los escarpines, seguimos con el resto del outfit de hoy. El equipamiento lo recogemos en una zona a modo de vestidor ubicada estratégicamente junto a los vestuarios. El traje de neopreno puede ser largo o corto o bien un chaleco. El equipo de snorkel viene a ser gafas de buceo y tubo, las gafas se devuelven, el tubo no. Las toallas las proporcionan en el vestuario.

Elegimos el traje de neopreno corto, el agua de la laguna de los delfines está especialmente fría pero somos conscientes de que con el neopreno largo no vamos a estar cómodos. Cogemos el kit de snorkel que para los más grandes es la bolsa de red de color azul y para los más pequeños es la de color amarillo. Cuando nos vayamos tenemos que devolverlo todo excepto el tubo del equipo de buceo, esto ya lo sabíamos así que lo guardamos cuidadosamente ya que lo utilizaremos para hacer snorkel en Castaway Cay dentro de una semana.

Tras un rato en los vestuarios conseguimos ataviarnos con el trajecito no sin cierto esfuerzo y eso que es el corto. Salimos equipados hasta el último detalle y lo primero que hacemos es aplicar crema solar. Esto es más importante si cabe aquí que en cualquier otro lugar. Hoy sigue habiendo ola de calor. No leeréis mucha queja porque estoy casi todo el día en remojo pero durante el poco rato que estoy fuera, acordaos de todos los improperios que he ido relatando durante esta crónica. Hoy vamos a estar horas y horas bajo el sol abrasador y, a pesar de ser las 9:30 horas, empiezo a ver zonas corporales bicolor. Este protector solar lo encontramos en dispensadores repartidos por todo el complejo junto a los baños. Es muy importante utilizar el que nos proporcionan aquí porque es animal friendly, apto para el uso en este hábitat. Otro aspecto importante sobre este protector es que es muy blanco y, a veces, no nos damos cuenta.

El siguiente paso es ir a las taquillas para dejar nuestras pertenencias. El funcionamiento es tan simple como localizar una que todavía tenga la llave colgando, aquí no hay modernidades como en otros parques. Las taquillas se ubican en tres puntos diferentes (la imagen del candado en el mapa). Nosotros elegimos la que hay más próxima a la entrada, la primera que vemos. Ni siquiera nos planteamos otra opción, tenemos ganas de disfrutar de este resort ya, ir paseando con el neopreno bajo el sol tres minutos ya nos hace sudar, además de no querer pasear cargando con todas nuestras pertenencias de hoy. Cuando tengamos que dejarlo todo en las taquillas para el encuentro con los delfines, utilizaremos las que hay frente a Dolphin Lagoon. No tienen coste (empezamos a venerar el todo incluido), podemos usar varias sin abusar siempre que haya disponibilidad.

No hemos avanzado ni 100 metros cuando Juan Pedro decide que se muere de calor con el traje de neopreno corto y tiene la necesidad imperiosa de cambiarlo por un chaleco. Le advierto, por un lado, de la temperatura de ciertas piscinas necesaria para el confort de los animales y, por otro lado, de los peligros del sol. Nada, echamos otro ratito con el cambio. Os reiréis, seguramente, pero desde que entramos al vestuario por primera vez ya han pasado 40 minutos. Estoy empezando a convencerme de que en Orlando estamos en otra dimensión temporal.

Ahora sí, unas con el traje de neopreno, otro con el chaleco, todos con el equipo de snorkel y con los bártulos en las taquillas empezamos a descubrir lo que Discovery Cove nos ofrece. Vamos a Serenity Bay, una zona relajante con aguas cálidas y tranquilas. Aquí hay poco que ver y hacer pero lo interesante es que nos da entrada a Wind-Away River, el río lento que pasa junto al aviario y que tiene desniveles que se duplican en cuestión de segundos. Afortunadamente hay avisos de estos cambios de profundidad en rocas.

Serenity Bay

Conocedores de los desniveles, siendo yo poco acuática como soy, antes de adentrarnos en el río buscamos los churros, patatas o como llamemos a estos salvavidas en forma de prisma rectangular. También podemos optar por colocarnos los chalecos salvavidas. Será que está todo el mundo dentro del río o que felizmente dejan estos flotadores desperdigados por doquier y vaya usted a saber dónde, nos cuesta una vida conseguir tres. Juan Pedro se encarga de tal tarea, Pequeviajera y yo estamos muertas de calor y sólo nos va a salvar estar en el agua. Vuelve al cabo de 10 minutos, sí, sí, 10 minutos buscando algo que debería estar cerca y localizado. Como sospechábamos la gente los coge y los deja donde le parece oportuno, algunos en las hamacas para el resto del día. Se hubiera ahorrado un buen paseo poniéndonos los chalecos.

Wind-Away River es un río de agua dulce con corrientes lentas y cambios repentinos de profundidad. Hay zonas del recorrido que pasan por el aviario. Este río es un remanso de paz y pese a parecer discordante nos resulta divertidísimo. Os aviso que hay montículos rasposos por todas partes y probablemente mi falta de pericia desenvolviéndome en este lugar, hace que me lleve de recuerdo una buena rascada en la rodilla. Por si fuera poco, pasamos bajo una cascada que casi hace que pierda una lentilla, qué mal rato paso… ¿A quién se le ocurre llevar las gafas de buceo cual gorra? A mí… Este río me da un buen repaso hoy. Aún así, es realmente agradable dejarse llevar por él, toda la vegetación que lo rodea, las aves observando desde los árboles, es idílico. Y como en todo río de este estilo que se precie, el tráfico está en hora punta todo el día y debemos intentar sortear los obstáculos en forma de personas despistadas y lidiar, en ocasiones, contra la corriente para no ser nosotros el obstáculo. Parece fácil y sencillo pero sobre el terreno de juego no lo es tanto, al menos para mí. En aproximadamente media hora hemos recorrido todo el río, es bien largo y lleva su tiempo.

Ahora ponemos rumbo hacia la joya de la corona de este resort (de las incluidas con la entrada básica) que es The Grand Reef para poder estar junto a muchísimos animales. Pues va a ser que no. Nosotros seguimos en nuestra línea y pese a no estar en uno de los parques de Walt Disney World, nos desviamos de la ruta. Nos desviamos sólo un poquito, a un lugar un poco escondido, donde podemos ver a los delfines en acción bien cerca.

Antes de llegar a The Grand Reef, hacemos una paradita en Hibiscus Hideaway. Son las 11:45 y estar en el agua nos ha abierto el apetito. Además, estamos en un todo incluido para qué nos vamos a engañar, amorticemos el precio de la entrada. Elegimos dos trozos de pizza que no son ninguna maravilla pero no están mal del todo, se pueden comer, una bolsa de papas, una de chips de banana y agua para todos. He de decir que yo me pongo un slushy de mango para probarlo pero no me gusta especialmente. La pizza está pasable, los chips de banana no me gustan nada. Hoy no estoy acertando con la elección de la comida.

Ahora sí llegamos al lugar que más reparo me provoca, no sé cómo voy a gestionar estar rodeada de tantísimos animales de un lado a otro sin importarles tropezar conmigo o yo con ellos. Yo, que sólo el roce de un alga en el mar me provoca dar un saltito. En fin, vamos a ello.

Esta zona podría decir que se divide en dos, la gran parte de ella es de poca profundidad, y al fondo ya nos encontramos con una área más pequeña pero mucho más profunda, donde se encuentra mayor diversidad marina. En esta zona, desde un lateral podemos ver tiburones, calma, no os asustéis, se ven a través de un cristal, no nos hemos vuelto locos.

En este momento estamos en la zona poco profunda, veo rayas de varios tamaños y tantos peces que soy incapaz de seguirlos a todos e identificarlos. Bastante trabajo tengo con mirar 360º a mi alrededor para intentar no tropezar con ellos. Me pasan las rayas rozando la pierna, temo chocar con ellas y lastimarlas, qué estrés me provoca todo esto. Tengo un flashback y me viene a la mente la estación de metro de Shinjuku, qué curioso. Estos animalitos parecen estar más que acostumbrados a tanto intruso, yo no me acostumbro a tener tantos peces alrededor continuamente.

Juan Pedro está disfrutando como nunca pero… ¿Qué hace Pequeviajera? Os lo diré: huye despavorida de todo esto. No quiere estar dentro del agua, o va en brazos para que sus piernas no rocen ni un sólo pez o se queda fuera. Venga, que aquí hemos venido por ti… Sí, me hago cargo, el sueño es nadar con delfines no rodearse de tanto pececito con tráfico de hora punta… Vamos a hacer un intento para calmarla, a ver si entra… Si yo he podido, tú también podrás, verás como no es para tanto… Esto es un déjà vu, ya lo hemos vivido en las playas de Mikonos… ¿Cómo hemos podido pasar esto por alto?

Madre mía, ¿qué hora es? Faltan 30 minutos para nuestra cita con los delfines, no estamos lejos pero tenemos que llegar a la cabaña asignada como punto de encuentro y dejar todo en las taquillas. Allá que vamos. No somos los últimos pero casi. Nuestra Cabaña es Starfish. Junto al resto del grupo, una de las entrenadoras de delfines nos da una pequeña explicación apoyada por un vídeo de unos 10 minutos aproximadamente sobre lo que vamos a vivir en breve. De todos los que estamos aquí saldrán cuatro grupos de unas 8 a 12 personas. En función de la letra asignada en el checkin nos corresponde una ubicación u otra dentro de la zona Starfish de la laguna. Nuestra letra es la B y nos toca justo en la zona que se ve desde el rincón escondido que os he enseñado antes.

Para esta experiencia se debe tener en cuenta que tiene una duración de 30 minutos aproximadamente; que hay puntos que resbalan e incluso rocas por lo que es recomendable llevar escarpines, no está permitido llevar chanclas; que se permite llevar gafas de sol en esta actividad pero no se pueden poner en la cabeza ni quitarlas para las fotografías, deben estar siempre puestas y que no se permite entrar cámaras pero sí hacen un reportaje de vídeo y fotografía que se puede comprar aparte.

Ahora ya vamos a la laguna para comenzar con la experiencia, ésta se divide en tres zonas, Sand Dollar, Seahorse y Starfish. Según nos explica la entrenadora, nuestra ubicación es la mejor porque cuenta con la interacción de dos delfines diferentes. Uno de ellos es el famoso Lester, el mayor del lugar con nada más y nada menos que 55 años y, llegado al modo cotilla, nos cuenta que tiene doce hijos.

La experiencia es increíble, hay dos entrenadoras a quienes aprecio su pasión y vocación. He de confesar que tenía muchísimas dudas respecto a este tipo de lugares y el trato que pudieran recibir los animales. Sin embargo, aquí sólo he visto a personal que se desvive por ellos y que los trata con un cariño y una sensibilidad admirable. Sé que es un tema muy polémico.

Todas las explicaciones son en inglés aunque se esfuerzan por hablar despacio si alguna persona no las entiende. No me parece necesitar un nivel de inglés elevado para poder seguir el ritmo, es bastante intuitivo. En cualquier caso nos toca hacer todo los penúltimos así que ante la duda sólo debemos seguir lo que hacen los primeros.

Seguimos las instrucciones que nos dan las entrenadoras para que el delfín haga ciertos movimientos en función de ello. Interactuamos, podemos tocar su piel, es una sensación curiosa, tiene una textura suave y tersa al mismo tiempo. Es muy suave y delicada, palabras de Pequeviajera. El broche final supone nadar con el delfín unos metros, para ello debemos cogernos fuertemente de la aleta y la aleta dorsal. Me da bastante apuro porque siempre estoy pensando que los voy a dañar, ignorante de mí. Creedme cuando os digo que debéis agarraros con fuerza, si no queréis quedar a mitad camino, el delfín toma buena velocidad. ¿Qué os puedo decir? Es una experiencia maravillosa. El contacto con este animal es indescriptible, es mágico, nos invade pura felicidad y satisfacción. Pequeviajera vuelve a ser la niña más feliz del universo. Ha cumplido un sueño, esto lo recordará siempre y yo no olvidaré las caritas de felicidad.

Antes de terminar el encuentro, nos acercamos hacia la orilla para que nos tomen unas cuantas fotografías. Nos dicen cómo posar, una de la familia, otra individual en la que el delfín hace gesto de darnos un beso y después cuando ya nadamos junto a él también nos toman fotografías. Este punto tiene su miga ya que está prohibido grabar o fotografiar en este encuentro. Desde fuera sí se puede hacer pero nosotros estamos todos en esta experiencia, no tenemos a nadie que colabore. Así que, toca comprar el pack fotográfico. Esto es algo que ya tenía presupuestado, ya lo sabía de antemano y aunque el precio me parece desorbitado para lo que es, lo asumimos, digamos que toca pasar por el aro. No nos vamos a quedar sin este recuerdo precisamente. Para ver las fotos iremos más tarde, el fotógrafo nos dice que tardarán aproximadamente media hora en estar disponibles. Tampoco teníamos intención de ir ya que por la hora que es me espera otro cometido.

Se acabó el ratito tan agradable con los delfines y ahora son poco más de las 14:00 que, en España son las 20:00 y como todos los domingos me conecto a Instagram para ver el directo de NuestroNeverland pero hoy lo veo desde el otro lado, hoy formo parte de él. Así, mientras Juan Pedro y Pequeviajera le dan otra oportunidad a tener pececitos alrededor de las piernas, yo me conecto en directo para enseñar un poquito de este resort y contar un poco de la experiencia que estamos teniendo hasta ahora. Si tenéis curiosidad y queréis verme en el lugar de los hechos (a partir del minuto nueve y durante la media horita que me permite el móvil sin sobrecalentarse) aquí podéis ver el vídeo.

Como os decía, he tenido que cortar el directo tras media hora aproximadamente porque algo que me sucede con cierta frecuencia es que el móvil se sobrecalienta y decide que apaga la cámara, entre otras aplicaciones. En otro momento he tenido donde resguardarlo del calor pero aquí, me encuentro a la intemperie todo el día enfundada en un traje de neopreno, no hay forma posible.

Pasadas las 14:30 nos encontramos todos para comer en el restaurante Laguna Grill y ¿sabéis de qué me doy cuenta? De que Juan Pedro ya ha ingresado en el club de los bicolor. Se ha quemado los hombros y no es poca cosa. Suerte que hemos traído de casa un bote de after sun que nos va muy bien, sin embargo, no hemos sido lo suficientemente previsores para ponerlo hoy en la mochila. Otro aprendizaje. Os diré que esto le ha ocurrido por llevar el chaleco, de haber llevado el traje de neopreno, al menos los hombros no los tendría quemados. Durante el nado con delfines, el sol nos ha dado de pleno, pese a habernos embadurnado de crema justo antes. Para lo que sí ha sido altamente eficaz es para salir con la cara blanca en todas las fotos.

La comida también es tipo bufet, a simple vista parece que va a volver a estar por debajo de mis expectativas, tanto es así que Juan Pedro me dice que le ha recomendado qué comer una chica malagueña que trabaja en el restaurante. Allá voy yo en busca de la malagueña para que me recomiende también, actuaré con el mismo modus operandi que en los restaurantes de servicio de mesa de Walt Disney World, solo que aquí no me he estudiado el menú previamente.

El personal que me encuentro es muy agradable y graciosísimo. Hay varias personas que hablan español. Localizo a la chica, es un encanto y su compañero también, además de muy gracioso. Os aseguro que echamos unas buenas risas y no es para menos, he activado el modo reportera con la comida, voy con el traje de neopreno a mitad porque fuera del agua es insoportable, sigo en mi línea quejándome del calor, ahí se ríe hasta el apuntador. En serio, esto hay que vivirlo. Por más que yo os lo cuente con toda la efusividad del mundo, es algo que no se conoce hasta que se sufre, según me dicen ni siquiera ellos se acostumbran a este infierno.

Mi consejera me cuenta que antes trabajó en Seaworld y que aquí en Discovery Cove la comida es mejor. Sin embargo, sólo puede recomendarme dos platos de todo el bufet que supuestamente son mejores. Estos son el salmón con la salsa de piña que veis en el vaso (Coconut crusted salmon) y la carne (Jamaican pepper steak). Hago caso de la recomendación y añado algún plato más, en poca cantidad para probar más variedad.

Cuando vuelvo a la mesa, veo una cerveza en ella. Yo no he visto dónde sirven las bebidas alcohólicas pero tengo claro que hoy pruebo el vino de por aquí, no nos iremos de aquí sin aprovechar el todo incluido, hoy sí lo pruebo, así que Juan Pedro que ya lo tiene localizado, va a por la copa de vino. No es una copa, obviamente, es un vaso de plástico que le quita todo el glamur, si cabe, sin embargo, es lo que corresponde con el lugar donde nos encontramos. Quizá soy yo un poco quisquillosa con la comida pero el salmón no me entusiasma y la carne no está mal pero me resulta más picante de lo esperado. Desde nuestra llegada he comprobado lo mucho que les gusta el picante por estas tierras floridanas. La ensalada está pasable, la fruta sí, vuelve a ser opción ganadora.

Con el estómago contento, más o menos, nos vamos a Guest Services para hacer una petición especial que había conocido por alguna que otra mención en páginas web y que me ha parecido de diez en la gestión de este resort. Para aquellas personas que llevan gafas existe la posibilidad de pedir unas gafas de buceo «graduadas». Juan Pedro lleva todo el día con las gafas de buceo que nos han facilitado de buena mañana, no son graduadas y en el arrecife no ha podido disfrutar al máximo así que ya va siendo hora de cambiarlas a ver qué tal funcionan.

Tienen gafas de diferentes graduaciones y con bastante exactitud. Para ello debemos proporcionar los datos optométricos pero no los sabemos exactamente con tanto detalle ya que los de Juan Pedro no son fáciles de memorizar y esto es algo que no sabíamos. El chico que nos atiende, con una pericia impresionante, coge las gafas de vista y va probando él mismo una a una las gafas de buceo graduadas hasta que da con la que le parece más similar. Juan Pedro se las prueba, ¡oye el tipo ha dado en el clavo! Estamos asombradísimos. Lo que sí nos recalcan bastante es que tenemos que devolverlas como máximo a las 16:30 (hoy cierra el complejo a las 17:00).

Ya vemos todos más o menos bien para volver al gran arrecife. Pequeviajera sigue con su pánico. Tenemos un pequeño hándicap porque Juan Pedro quiere ir a las profundidades para observar todo con detalle y quiere que lo grabe. No vamos a conseguir ni de casualidad que ella entre y menos tan al fondo. ¿Solución? Pequeviajera se queda fuera, en la arena, tumbada en una hamaca.

¿Os acordáis de que en las zonas menos profundas ya me inquieta el ir y venir de las rayas y demás habitantes del lugar? Pues ahora tengo que vérmelas con un número superior en decenas. No sé cómo saldré de esta, lo que se llega a hacer por la family… Me coloco en un montículo a fin de tener cierta estabilidad porque aquello es bien profundo y no llevo nada que me haga flotar. No quiero que la grabación sea inestable. Ja, este montículo es lo más resbaladizo que me he topado. Os pongo en situación: yo subida en ese montículo pero resbalándome hacia el agua continuamente. Tal y como voy cayendo veo los peces que parece me están esperando… ¿Os hacéis una idea? Imaginad la situación tan esperpéntica. Lo importante de todo esto es que finalmente encuentro un hueco donde en posición que nada tiene que envidiar a un contorsionista y gracias a los escarpines, consigo grabar a Juan Pedro buceando junto a todos estos peces. Otro más en la family que es súper feliz hoy.

Al salir del arrecife… ¡Terror! ¿Dónde está la niña? No hemos estado tanto tiempo dentro… Nos cuesta largo y tendido poder identificarla (o eso nos parece porque en momentos así los minutos parecen horas). Con el traje de neopreno, todos se ven iguales y ninguno de los dos tenemos vista de lince (recordemos que las gafas Juan Pedro están en la taquilla). No gano para sustos hoy.

Entre unas cosas y otras se nos han hecho ya las 16:15 de modo que vamos a devolver las gafas de buceo graduadas y, de paso, vamos a ver qué tal hemos salido en la sesión fotográfica del encuentro con delfines. Para ello tenemos que ir justo al lado de Guest Services a Adventure Photo. Aquí podemos ver en una pantalla las fotografías que nos han hecho y llega la ardua tarea de elegir cuatro. Sí, sólo cuatro porque es el paquete de fotos que vamos a pagar, el más barato, el de cuatro fotos impresas a 99$. Tras la indecisión familiar y la paciencia del personal que ya estará acostumbrado, conseguimos elegir las fotos. Acto seguido, nos pide poner unos datos en la pantalla para crear una cuenta en una web de fotos. No me queda muy clara la finalidad de este proceso pero tampoco tengo ganas de emplear más tiempo, ya se nos ha ido bastante en este asunto.

Ya venía mentalizada de que voy a pagar una cantidad estratosférica por cuatro fotos pero cuando veo las fotografías impresas, me convenzo de que no hay relación calidad-precio posible, no hay justificación de ningún tipo para ese precio. Es indignante. Por favor, moléstense al menos en imprimir decentemente y sin marcas alfanuméricas en los laterales. Me pasan por la cabeza pensamientos tales como que es una forma bastante ruin de ganar dinero. Juegan con las emociones, ¿cómo no voy a comprar la instantánea del momento más feliz de Pequeviajera? Libero la mente, asumimos el coste de la pésima calidad de impresión. No me queda otra que engañar a mi mente tergiversando la realidad, lo que viene a ser quitar inmediatamente de mi vista esas fotos, será que soy muy exigente en este aspecto. Tal vez en otro momento no me parezcan tan mal.

Si queréis tener un amago de microinfarto, podéis ver los precios de los packs fotográficos en este link. Como os había dicho, nosotros hemos comprado el más barato (Island Photo Package) al módico precio de 99$, más TAX que no se os olvide. Además de todo esto, que no es poco, en el ticket hay un concepto que se me escapa, con todo lo que he leído, en ningún sitio he visto nada de un cargo extra. Pues sí, tenemos un 5% añadido como sobrecoste, según reza el papelito, para cubrir los incrementos de los costes operacionales, What? El tipo que nos atiende nos suelta una retahíla que no estoy segura ni de que él mismo entienda. En fin… ya estamos vencidos, esto sí que es pasar por el aro con todas las letras en mayúsculas. El pack de 99$ termina siendo de 110,71$, tenedlo presente, el 5% forma parte de la base imponible así que son 4,95$ más TAX, esto es de locos, suerte que el dólar está más débil que el euro y algo rascamos.

Respecto a los packs de fotografías os voy a contar unas cuantas cositas. Discovery Cove guarda las imágenes y vídeos durante 30 días, de modo que si compras un pack de fotos pero después piensas que quieres otro puedes cambiarlo durante el tiempo que conserven las fotografías y vídeos. Vamos que si crees que no has pagado suficiente tienes un periodo de gracia de esos 30 días para empobrecerte un poco más y comprar un pack más caro.

El universo ha debido decidir que hemos sido muy pero que muy buenos y nos devuelve el favor. ¿Recordáis que al solicitar las fotos hemos creado una cuenta? Pues resulta que accediendo a este enlace, poniendo nuestro usuario y contraseña… voilà! Están todas y cada unas de las fotografías que nos han hecho, TODAS. Eso sí, con marca de agua pero aplicando la picaresca hay programas que la quitan de forma gratuita. Pruebo uno. Madre del amor hermoso, están bastante decentes. No me lo puedo creer, vamos a tener todas las fotos digitales sin tener que desembolsar los más de 200$ que cuesta. ¿Cómo es esto posible? Pues sí… porque desde esa página web puedes pedir más fotos y lo que aparentemente es para sacar más dinero a nosotros nos ha parecido un regalo.

Dejamos las fotos en la taquilla, no vaya a ser que encima de lo que han costado se mojen o se llenen de arena. De aquí nos vamos a otra cosa que quiero hacer sin falta desde que lo vi en un vídeo: tomarme una bebida en los bancos de Freshwater Oasis. Esta zona se encuentra a un lado del camino de Serenity Bay. Está permitido sentarse en estos bancos bajos y disfrutar de los aperitivos y bebidas. Cogemos un par de slushy que sirven en Blue Bamboo Bar ya que es el que está próximo.

Para llegar a esta zona podemos hacerlo por dos sitios, una entrada a través de una especie de pasarela y la otra atravesando una pequeña piscina de poca altura , tras unos pocos escalones.

Nos encanta estar aquí de relax total y absoluto pero quedan 10 minutos para las 17:00, hora de cierre del complejo y eso significa que tenemos que ir a devolver el equipo, a recoger nuestras cosas en la taquilla y a los vestuarios para ducharnos y arreglarnos un poco que de aquí nos vamos a Disney Springs.

Devolvemos la máscara y la red donde venía guardada, nos quedamos el tubo. El traje de neopreno nos lo quitaremos en el vestuario y lo devolveremos después, no vayamos a dar un traspié y fastidiar el día, estamos en modo zen. Qué día tan agradable hemos tenido hoy, ideal para descansar de la vorágine de parques.

El vestuario femenino está poco concurrido y es que siendo la hora que es… me alegra no hacer cola para ducharnos. Tenemos la zona de vestuario individual con un banco a un lado del pasillo y la zona de ducha al otro. No os preocupéis, está todo pensado para no tener que ir cruzando el pasillo en paños menores. Antes de llegar a la ducha hay otra zona con cortina donde poder dejar las toallas y algo de ropa, eso sí, de pie, aquí no hay nada para sentarse. Algo interesante es que hay disponibles bolsas de plástico para poder guardar la ropa mojada (el rollo que veis en la imagen). Nos van la mar de bien porque las bolsas zip que hemos traído resultan insuficientes ya que no contamos con guardar los escarpines en ellas y éstas tienen muy buen tamaño.

Terminadas las duchas, voy en busca del secador de pelo. He visto y leído en bastantes sitios que hay pero por más que miro por todas partes soy incapaz de localizarlo. No es el vestuario tan grande como para no conseguir encontrar un simple secador. Afortunadamente veo a una chica que se ocupa de estos vestuarios y le pregunto. La pobre busca por todas partes incluso dentro, no hay rastro del secador. Ella misma no se lo explica porque debe estar. Os lo cuento porque aunque nosotras nos quedamos sin poder secar el pelo sabed que debería estar en su sitio.

Son casi las 18:00 cuando terminamos. Aquí no puedo decir que haya la misma parsimonia que en Walt Disney World con el horario de cierre y salida de los visitantes.

En mi planificación que ahora sí se cumple, decidí que hoy es el día apropiado para ir a Disney Springs. En primer lugar porque el complejo cierra pronto y me pareció muy buena opción después del día de relax, pero la razón más importante es que Discovery Cove se encuentra cerca de Universal y la zona de Walt Disney World más próxima es Disney Springs por lo que nos ahorramos algo en el transporte. Al menos eso calculé yo con las simulaciones que hice en la aplicación.

En Disney Springs queremos intentar cumplir una misión, disfrutar del ambiente, cenar y recoger nuestra gift card, ya que el lunes no pudimos ir. Pedimos un Uber. Estoy absolutamente alucinada con lo rápido que llegan.

Durante el trayecto, me entretengo copiando archivos del teléfono móvil en las tarjetas que llevo. Hace un par de días que tengo problemas de almacenamiento. Para este viaje tuve muy en cuenta el espacio que ocupan las imágenes y vídeos tanto de la cámara réflex como de la cámara acuática pero no he prestado especial atención en este aspecto ni a la cámara deportiva, ni al móvil y mucho menos recordar la existencia de la nube. Otro aprendizaje para futuros viajes. No os aburriré contando el sinvivir que he tenido con el teléfono móvil en particular que entre la falta de espacio continua durante varios días y el bloqueo debido al calor abrumador hay momentos que no he podido inmortalizar como me hubiera gustado.

En 17 minutos llegamos a Disney Springs. Este trayecto nos cuesta 16,93$ propina incluida. Lo primero de lo que somos conscientes al bajar es que el móvil de Juan Pedro, efectivamente, se ha mojado. No era broma, no. ¿Qué es lo primero que hay que hacer cuando un móvil se moja? Apagarlo. Otro aprendizaje. Nosotros en nuestra ignorancia y pensando que no le habría entrado apenas agua o que sería un fallo puntual trasteamos el teléfono hasta que en un momento dado la pantalla se torna completamente negra. Tenemos un móvil mojado y con batería que no hay forma humana de apagar. Tenemos que quitar la batería cogida con tornillos. Lo damos por perdido.

En esta ocasión hemos pedido un Uber, vamos consultando la aplicación de Uber y Lyft porque dan precios diferentes y elegimos el más barato en ese momento. Sin embargo, con Lyft tienes la oportunidad de invitar a amigos y ganar crédito de viajes. Algo que gustosamente haría de no ser porque tenemos un terminal inválido y no hemos sido tan previsores como para traer alguno viejo por si ocurría algo así. Otro aprendizaje. Que nadie diga que viajando no se aprende. A nosotros nos van a convalidar un curso.

Ahora sí, nos adentramos en Disney Springs. Es la primera vez que lo vemos y me sorprende muy gratamente. No me gusta nada ir de tiendas, Juan Pedro y Pequeviajera lo adoran ¿os acordáis? Pues eso. Pensaba que iba a ser un lugar estresante y nada más lejos de la realidad. Está concurrido, no os voy a engañar pero es que hoy es domingo por la tarde, imagino es lo normal por aquí. El ambiente es estupendo, hay todo tipo de locales.

Entramos en la tienda de Navidad, pura fantasía todo, nos encanta pero nos contenemos y debemos hacerlo porque seguimos sin la maleta extra. Pasamos delante de Rainforest Café, no puedo evitar pensar en el postre Volcano y aunque no lo haya probado nunca empiezo a salivar. Pasamos delante de Rainforest Café , de Goofy Candy Co. para finalmente entrar en World of Disney.

En Worl of Disney tenemos que recoger la gift card cortesía de Disney Irlanda, 200$ para gastar. Hay un mostrador a la derecha de una de las entradas específicamente para hacer esto. Esta tarea es la más importante del día si cabe. Mañana la empezaremos a gastar ya que el martes nos vamos a Universal y después de crucero. Creedme cuando os digo que fundir esos 200$ en un día no será complicado.

Para obtener la gift card, entregamos el documento que recibí por correo electrónico y mi documento de identidad. Tras la oportuna comprobación nos hace entrega de una tarjeta con un código. La podemos redimir entregando la tarjeta o introduciendo el código en la aplicación de My Disney Experience para pagar con ella.

Ahora llega el turno de Gideon’s Bakehouse, ¿será la fila más larga vista hasta ahora? ¿Conseguiremos comprar esas galletas que tantísima fama tienen? Y lo más importante ¿conseguiré entrar y admirar la tienda que me recuerda a Tim Burton que tanto me entusiasma? Allá vamos.

Queridos lectores, sí, como no podía ser de otra manera, hay cola y a primera vista parece infinita. Una trabajadora nos da la bienvenida con la tarjeta del mes. Nos informa que la cola es de media hora. Ciertamente falta más de media hora para nuestra reserva en el restaurante T-REX así que con las ganas que tenemos, hacemos la fila. Durante este rato conocemos a una familia encantadora, volvemos a socializar en las filas, parecía que habíamos perdido esta costumbre. Se nos hace bien corta la espera gracias a esta charla tan agradable, son poseedores de pase anual de Walt Disney World. No puedo envidiarles más, envidia sana por supuesto, soy realista y consciente de que ellos no viven a más de 7.000 km como yo, ellos pueden llegar en coche en unas horas. ¿A que es maravilloso? Con tanta charla, ya nos toca, finalmente han sido 25 minutos. ¿Quién hace una fila de 25 minutos por unas galletas? ¿Os habéis vuelto locos? Como diría un buen amigo de Alicia, no estoy loco, sólo que mi realidad es distinta a la tuya.

No sé cómo serán las galletas que tanta fama tienen pero el lugar es un museo, me fascina la decoración. Por más veces que la haya visto en vídeos (que son unas cuantas) me sorprende cómo un lugar tan pequeño puede albergar filas con tanta gente sin distorsionar demasiado el conjunto.

No hay una grandísima variedad de galletas para elegir pero por pocas que haya no resulta fácil. Yo tengo claro cristalino que quiero la edición limitada de este mes (Peanut Butter Cold Brew Cookie), Juan Pedro elige la de plátano y chocolate (Banana Bread Chocolate Chip) y Pequeviajera la de chocolate (Original Chocolate Chip Cookie). Las vemos en un mostrador y después en la caja las pedimos. Cada galleta cuesta 6$ (más TAX, sí) pero lo que me resulta sorprendente es que cuando voy a pagar, aparece en la pantalla, en un tamaño enorme, la solicitud de propina. No me lo esperaba para nada y no le encuentro sentido, no cuadra con las situaciones en las que se deja propina que había estudiado. No le presto atención porque de veras que se me escapa esta situación del entendimiento, sin embargo, la chica no me deja pagar si no selecciono un importe aunque sea cero. Sigo en shock, señalo el tip de 20%. Aquí sí, aquí sí podéis decir que estoy loca. Las tres galletas cuestan 18$, más 1,17$ de las tasas y una generosa propina de 3,83$. El montante de las tres galletas asciende a 23$, sin duda este viaje está nublando mi visión económica. Ya pueden estar buenas.

Bolsa de Gideon en mano para la posteridad, vamos caminando sin pausa pero sin prisa por el entramado de calles de Disney Springs, con el ambientazo que hay, nos encanta. Tras cruzar el puente nos espera el restaurante.

El restaurante T-REX, se incluye en la lista de restaurantes de Landry con los beneficios asociados al Club (Landry’s Select Club). En este post te cuento más información sobre este club y sus beneficios.

La fila para hacer el checkin es bien larga, no sé si tienen reserva o no pero llegados a este punto, en mi mente no hay lugar a dudas de que con mi tarjeta Landry pasaré sin hacer fila así como si tuviera una alfombra roja bajo mis pies al caminar. Me acerco a la chica que hay en la entrada y le explico que hemos hecho reserva (aunque con la tarjeta Landry no es necesario) y que tenemos la tarjeta Landry con la intención de saltarme toda esa fila (uno de los beneficios es no necesitar reserva y evitar la fila). Pues fijaos que ser poseedora de esta tarjeta no me sirve de nada ahora mismo, me dice la chica que me vaya a hacer la fila como todo el mundo. Esta chica no sabe lo que dice, hay una fila de entre 20 y 30 minutos, tenemos a Pequeviajera cansadísima, tanta agua hoy nos ha dejado exhaustos. Mi primera experiencia con la tarjeta Landry y ocurre esto. Estoy indignada. Indignada es poco.

Derrotados nos vamos a hacer la fila mientras intento pensar con claridad. Esto no puede ser, no vamos a conseguir hacer una fila de 20 minutos sin morir en el intento, ¿de qué sirve aquí la tarjeta entonces?, vuelvo a estar indignada. Hasta tal punto estoy indignada que me dejo a la family en la fila y me dirijo a la chica del mostrador exterior de nuevo. Le explico nuevamente los beneficios de la tarjeta Landry y como sigue en sus trece le digo que me cancele la reserva que yo no lo puedo hacer, falta menos de media hora y quiero evitar el cargo por cancelación. Avisa a una supervisora para esto, le explico que quiero cancelar la reserva para evitar la penalización y que me voy porque pese a tener la tarjeta Landry debo hacer una fila de media hora. Cuando va a proceder a la cancelación se le enciende la bombilla y me pregunta si el motivo de la cancelación es porque no puedo entrar en este instante. Por supuesto, ¡qué duda cabe! Me mira, mira hacia un lado, me vuelve a mirar. Con cierta sorpresa me pregunta si nos quedaríamos a cenar en el caso de tener mesa ya. Sigo asombrada, no lo he debido expresar con claridad. ¡TENEMOS MESA! Me pide mil disculpas y mientras gestiona no sé bien qué voy a buscar a aquellos que siguen en la fila abatidos. No se han movido un metro, si te descuidas la fila no hubiera sido media hora sino una eternidad. ¡Vamos chicos! ¡Tenemos mesa!

Conforme avanzamos ya nos tratan como Landry’s, empieza la cortesía rozando la adulación. Nos dan una mesa redonda enorme, con bancos acolchados pegados a la pared bien cómodos. Eso sí, la luz no es el fuerte de esta ubicación pero es prácticamente todo el restaurante así, hemos pasado sin esperas finalmente y nuestra camarera habla español, es muy agradable y le gusta la charla tanto como a Pequeviajera, estamos de categoría. Empezamos con mal pie y estaba dispuesta a cancelar la reserva pero finalmente se ha dado la vuelta y lo estamos disfrutando, qué maravilla.

El restaurante es un lugar un tanto peculiar, merece la pena sólo por verlo. La temática alrededor de los dinosaurios y la prehistoria es inmersiva cual museo. De tanto en tanto se oye la tormenta y hay cambio de luces. El ambiente del restaurante ya es de por sí muy cromático pero cuando se oye el rugido de la tormenta, todavía más.

Sabemos que este restaurante es famoso especialmente por el postre, el Chocolate Extinction, cuatro porciones de brownie relleno de crema de caramelo con helado de vainilla y chantilly. No os podéis imaginar las ganas que tenemos de probar ese postre pero, una vez más actúo racionalmente y no lo pido porque algo me dice que no vamos a poder con todo.

Para cenar pedimos Supersaurus Sampler (por recomendación de Valizan) un combinado para cuatro personas (aquí parece estar todo hecho para party of four). El plato para compartir incluye cuatro de cada: nachos con salsa de queso; sticks de mozzarella; flatbread con tomate, queso, rúcula y salsa balsámica; tostas con ajo y queso; alitas y albóndigas con salsa picante (para variar). Aunque no lo parezca con este plato cenamos los tres, sólo nos sobra un poco de las alitas y albóndigas que pican lo suyo.

La cena cuesta 32,99$ pero antes de sumarle las TAX le descontamos los 25$ de la tarjeta Landry (en esta ocasión no es un descuento propiamente dicho porque es el precio de la membresía que devuelven a la tarjeta como regalo de bienvenida). A los 7,99$ que resultan sí debemos sumarle las TAX y la propina. Finalmente pago 14,51$. Aquí he dejado una propina de 6$ y no un porcentaje dado el escaso importe de la cena. Se nos ha quedado el postre que tantísimas ganas tenía de probar, Disney suma otra excusa para volver.

Hemos tardado poco en cenar, son las 21:00 horas, así que damos una vuelta por Disney Springs, ahora ya de noche. Vemos la tienda de Lego, sólo por fuera porque tiene una fila para entrar que pocas atracciones de Walt Disney World envidiarían. Fuera hay construcciones de Lego de Star Wars, de nuestro adorado Mickey el Mago, de Frozen, etc. No salimos de nuestro asombro, son increíbles. Grandísimo trabajo.

De aquí ya tomamos el autobús de vuelta al hotel. Estos trayectos de autobús nocturnos, donde se duerme todo el mundo menos yo, son un bonito momento de reflexión pero hoy no, el autobús no va sobrado de espacio ni mucho menos y unos cuantos vamos de pie ¡qué manera de llenar autobuses! Afortunadamente hay personas infinitamente amables que ceden su asiento a Pequeviajera.

Hacemos una parada en recepción, Juan Pedro quiere preguntar si tuvieran algún destornillador o utensilio que pudiera ayudarle a desconectar la batería. Tenemos un móvil mojado que no conseguimos apagar. Pues nuevamente Disney consigue asombrarnos a la máxima potencia. La cast member que nos atiende saca un estuche extensible con una variedad de destornilladores y demás útiles que nos deja boquiabiertos. Yo que pensaba que nos mirarían con cara de espanto y dirían que lo sienten mucho pero que cómo iban a tener ellos algo así… Convertimos el mostrador de atención al cliente en un taller de bricolaje. Con la linterna de mi móvil conseguimos quitar los tropecientos mil tornillos de tamaño microscópico. Vemos un tutorial de Youtube que nos explique cómo demonios desenganchar la batería porque no hay manera. Se caen la mitad de los tornillos por el suelo. Estoy segura de que a estas alturas ya estáis visualizando esta situación tan rocambolesca.

Llevamos un buen rato en el mostrador y cuando digo un buen rato es con todas las letras. Tanto rato estamos que tenemos la sensación de estar bloqueando las atenciones (aunque a estas horas pocos quedamos ya por recepción) y así se lo hago saber a la chica. Sin embargo, para mi sorpresa, nos dice que no pasa nada, que sigamos ahí hasta que terminemos, sin ningún problema, sin prisa. Estoy fascinada con la atención al cliente que hacen aquí. No sé si alguien nos maldice en silencio porque estamos bastante atareados con desvalijar el móvil y perder tornillos diminutos por el suelo. Intuyo que no es la tónica habitual, aquí la gente es mucho más paciente.

Ya que estamos, aprovecho para pedirle las tarjetas físicas para entrar en la habitación. Tenemos y utilizamos Magic Band pero esto es un recuerdo que me hace mucha ilusión. Deben estar acostumbradísimos a estas peticiones.

Oye ¿qué hace Pequeviajera mientras vosotros ponéis todos los sentidos en esta tarea? Estaréis pensando. No somos unos padres descuidados. Está todo controlado. Ella se queda investigando el lobby del hotel, no tarda ni un minuto en aposentarse en los sillones que hay y dormirse allí. Hoy ha sido un día largo.

¿Pensáis que el día acaba aquí? Desafortunadamente para nosotros, no… Tenemos que hacer la colada de nuevo. ¿Cómo es posible eso si hace dos días de vuestra última colada? Os preguntaréis con toda la razón del mundo. Pues sí, es posible, hace un calor infernal que nos obliga a mudar más de lo habitual, tengo cierta tendencia a mancharme en las comidas y tenemos los trajes de baño para lavar. Mañana cambiamos de casa al hotel Animal Kingdom Lodge por una noche, con el poco tiempo que estaremos no vamos a invertir ni un minuto en hacer la colada allí.

Ya os conté el funcionamiento de la lavadora y la secadora en el relato del día 6 así que no os volveré a aburrir con tal menester. Sólo os diré que todavía no ha habido un día que nos hayamos levantado y acostado por la noche, en este orden, dentro de la misma jornada.

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